Poema de hija, versos de madre
Cuando recuerdo mi infancia
me vienen al pensamiento
horas de paz y armonía,
de inocentes juegos y cuentos
y un sol que alumbró los días
de mi pequeño universo.
Y también en mis recuerdos
se encuentran, entre ternura,
unas manos, que abnegadas
me ayudaban con dulzura.
Y unas faldas que me arropaban
cuando lloraba o sufría.
Y unos labios que me aliviaban
cuando mi frente ardía.
Y recuerdo aquellos ojos
que nos miraban con celo
viéndonos crecer sin enojos
y acumulando desvelos.
Ahora que yo ya entiendo
lo que mi madre vivió
me creo ingrata y lamento
de mi pecho los olvidos;
todo aquel cariño ciego
sus esfuerzos y perdones
y todas las frustraciones
que en mi cuidado ignoró.
Que nunca me falte su nombre
en los rincones del alma,
pues que a su lado aprendí
que cuando un hijo te llama
lo demás no importa nada.
me vienen al pensamiento
horas de paz y armonía,
de inocentes juegos y cuentos
y un sol que alumbró los días
de mi pequeño universo.
Y también en mis recuerdos
se encuentran, entre ternura,
unas manos, que abnegadas
me ayudaban con dulzura.
Y unas faldas que me arropaban
cuando lloraba o sufría.
Y unos labios que me aliviaban
cuando mi frente ardía.
Y recuerdo aquellos ojos
que nos miraban con celo
viéndonos crecer sin enojos
y acumulando desvelos.
Ahora que yo ya entiendo
lo que mi madre vivió
me creo ingrata y lamento
de mi pecho los olvidos;
todo aquel cariño ciego
sus esfuerzos y perdones
y todas las frustraciones
que en mi cuidado ignoró.
Que nunca me falte su nombre
en los rincones del alma,
pues que a su lado aprendí
que cuando un hijo te llama
lo demás no importa nada.
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